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Presentación
Gobernar escada vez
un problema más complejo y lo es más
gobernar en democracia . El líder que
gobierna con el sueño de revolucionar el juego social enfrenta exigencias aún mucho mayores que aquél que
sólo aspira, durante su gobierno, a
mantener bajo control la magnitud de los problemas
heredados. De todas formas, cualquiera sea el caso, el drama
más grave de nuestra época
se refiere a la brecha entre nuestra capacidad para
gobernar los sistemas sociales y la complejidad creciente que éstos ofrecen para ser conducidos hacia objetivos
asumidos democráticamente . Y esta brecha
no se cierra solamente formando planificadores del desarrollo económico ni gerentes públicos ,
sin perjuicio de reconocer que unos y otros también son imprescindibles para elevar la capacidad de
gobierno. En realidad, la tarea principal es formar
planificadores con capacidad tecnopolítica de gobierno a fin de elevar
la eficacia de nuestras instituciones democráticas y su desarrollo
institucional y, de este modo, enfrentar los graves problemas
que nos
aquejan a fin de crear un futuro mejor para nuestras sociedades .
A manera de conclusión, la baja capacidad de nuestros gobiernos tiene una relación directa con la pobreza
de los métodos de dirección, por lo que
la modernización de las herramientas de
planificación de gobierno se hace imperiosa (Friedmann, 1987; Matus,
2000).
Gobernar es
Con el propósito
de contribuir al debate sobre la naturaleza y carácter de las teorías y enfoques
modernos de la planeación, al igual que proponer una técnica de
planificación apropiada para el ámbito público, compartimos el primer avance
del libro que estamos preparando titulado LA
PLANEACIÓN ESTRATÉGICA: UNA HERRAMIENTA DE GOBIERNO EN EL DISEÑO Y GESTIÓN
DE POLÍTICAS PÚBLICAS. Dicho libro
es el resultado de más de 20 años de experiencia en investigación, programas de
capacitación y asesorías con organizaciones del sector público en América
Latina. El libro recoge los aportes sobre la planificación pública realizados por Friedmann, Matus
y Dror, para quienes la planificación es una de las principales herramientas de
gobierno en la medida en que facilita cinco acciones que son necesarias para
una adecuada toma de decisiones y un efectivo desempeño de la gestión pública
en el enfrentamiento de los problemas sociales y el logro de los resultados
demandados por la sociedad:
i) Es una herramienta de gobierno
que contribuye a la mediación entre el futuro y el presente. La planificación nos permite explorar y crear el futuro, permitiendo
ver más allá hasta crear caminos en dirección a lugares inexplorados y aun no
conquistados por el hombre (Burbano, 2011). Como la acción se hace en presente,
la planificación con su mirada larga da soporte para que las decisiones del día
a día no sean totalmente dominadas por el inmediatismo y la fuerza de las
circunstancias (Burbano, 2011). Como plantea Matus (Huertas, 2000): “La planificación no es otra cosa que el
intento del hombre por gobernar su futuro, por imponer la razón humana sobre
las circunstancias. Ningún mecanismo automático y determinístico resuelve el
destino del hombre. Si lo que digo es correcto, la planificación es válida en
cualquier sistema social democrático” (p. 14).
ii) Es una herramienta de gobierno
que contribuye a la mediación del pasado con el futuro (Matus, 2000, p. 47). El análisis del pasado tiene dos utilidades en la
planificación. Primero, nos sirve como base de conocimiento puesto que su
estudio muestra la reconstrucción de la cadena de acontecimientos que generaron
o han generado la situación problemática presente y segundo, como aprendizaje
puesto que nos muestra las consecuencias de las decisiones tomadas antes con
sus aciertos y errores. Se trata de aprender del error.
iii) Es una herramienta de gobierno
que contribuye a anticipar el futuro en contextos de alta incertidumbre y baja
gobernabilidad donde las capacidades de predicción son mínimas. Esta definición se explica de forma bastante amplia en el Capítulo 3 de
este libro.
iv) Es una herramienta de gobierno
que contribuye a la articulación entre la reflexión sistemática y la acción (Friedmann, 1987; Matus, 1993). Este es un encuentro que exige una
interacción constante entre el conocimiento que lleva a la reflexión sustentada
y la acción en la medida en que ésta última con sus limitaciones y resultados
condiciona el cálculo siguiente que a su vez precede y preside una nueva
reflexión para una acción subsiguiente. De esta forma, la acción práctica
constituye el momento decisivo tanto del proceso de gestión como del que nace
de la planificación. En el momento presente de la acción estos dos procesos,
planificación y gestión, se confunden y se unen. Así, se puede entender la
planificación como una actividad que existe para el presente, para fundamentar
las decisiones en el día a día. Sin embargo, la eficacia de las acciones de hoy
sólo se verificarán en el futuro, inmediato o distante, lo que obliga a simular
y anticipar los resultados deseados e indeseados. El proceso de gestión
organizativa no es más que la reflexión y el cálculo transformado en decisiones
con la capacidad de desencadenar los resultados deseados en las situaciones
siguientes.
Es precisamente en este encuentro entre el conocimiento
y la acción en donde se prueba la calidad y pertinencia de un sistema de
planificación. Si la planificación fundamenta las decisiones críticas que dan
rumbo a la organización en la dirección de las grandes metas u objetivos
previamente definidos, “haciendo con que
la concentración estratégica tenga mayor peso que la distracción táctica en el
día a día de los dirigentes y gerentes” (Burbano, 2011), se puede afirmar
entonces que la planificación se constituye efectivamente en una práctica de
trabajo arraigada dentro de la cultura organizacional. Aquí, la planificación
tendrá un efectivo espacio operacional dentro de la organización y su práctica
será realizada con un grado aceptable de calidad y eficacia. Si, por el
contrario, las metas, objetivos y propuestas de decisión derivadas del proceso
de planificación no entran en la agenda diaria de los decisores, la cual se
encuentra dominada por las urgencias y rutinas, la improvisación tomará cuenta
de la gestión. En este caso, el cálculo de planificación opera como una “simple práctica ritual” (Matus, 1993)
sin espacio operacional efectiva en la definición y manutención del rumbo de la
organización. La planificación operará en un grado bajo o nulo de calidad y
eficacia dentro de una organización donde culturalmente la tensión coyuntural
del día a día produce la distracción de los decisores hacia cuestiones urgentes
y menores.
La reflexión y el cálculo planificado de la acción
deben impedir que las circunstancias de la coyuntura definan la direccionalidad
de la organización a partir de las restricciones y demandas del presente. Es
decir, que las decisiones diarias se disocien del plan y que éste termine en
divagaciones sin ninguna relación con la acción práctica. Surge, por tanto, la
necesidad de mantener la correspondencia temporal entre la velocidad con que
cambia la realidad y la velocidad con que el sistema de planificación puede
actualizar el plan para que el dirigente actúe con eficacia sobre esa nueva
realidad. Este es precisamente uno de los principales problemas de la gestión
planificada que hace que la improvisación con su ventaja de velocidad y
oportunidad termine dominando en el proceso de toma de decisiones y poniendo a
prueba los métodos de planificación. Es el caso que menciona Matus (1987) sobre
el método tradicional del “plan-libro”
(p. 749), el cual tiene nulas posibilidades de competir en un contexto de
rápidas transformaciones quedando rápidamente superado por los hechos. Este
método regularmente funciona como un mero rito sin espacio operacional efectivo
dentro de las organizaciones.
La integración o encuentro entre la reflexión y la
acción en el proceso de planificación es un problema complejo que requiere, por
el lado de la oferta, de teorías y métodos potentes y adecuados a las
características de la realidad que se desea intervenir y, por el lado de la
demanda, de una cultura institucional de responsabilidad que genere las
condiciones para que la planificación sea una exigencia real que determine su
práctica sistemática en todos los niveles de la organización (Burbano, 2011).
En síntesis, la planificación es por tanto un problema de oferta como de
demanda.
v)
Es una herramienta de gobierno que contribuye al uso de la reflexión
sistemática como fundamento de la toma de decisiones para cualquier objetivo y
en cualquier contexto situacional. Dicho concepto
nos lleva a que la planificación no puede ser llevada al ámbito exclusivo del
sistema económico o social. Así, es posible hablar de un plan de gobierno, de
un plan de oposición al gobierno, de un plan para conquistar el poder, de un
plan de defensa nacional, de un plan empresarial, de un plan de ajuste
macroeconómico o incluso de un plan de estatización o de privatización. El
concepto de plan como “un cálculo que
precede y preside la acción” (Matus, 1987, p. 25) no se encuentra por tanto
estrictamente relacionado con el contenido o propósito o con el ámbito de
acción especifico en el cual se encuentra situado el actor que lo encabeza.
Cualquier propósito en cualquier ámbito de la realidad puede ser objeto de un
proceso de planificación. Lo que sí es cierto, como se mostrará más adelante,
es que las características del propósito y la complejidad de la situación
condicionan los métodos de planificación.
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